domingo, 9 de septiembre de 2007

El borracho del conurbano

Si nos resulta casi imposible distinguir entre el ensueño y la vigilia, para cualquier hombre del conurbano, le resultaría igual de difícil distinguir entre la embriaguez y la sobriedad... probablemente, ese estado de embriaguez, cada vez mas apreciado semana tras semana, sea la única oportunidad que tenga este hombre del conurbano para poder desarrollar y expresar sus sentimientos mas profundos. Cuando por fin logra liberarse de sus represiones, por medio de una relativa ingerencia de alcohol, es cuando la felicidad, la tristeza, el miedo, el dolor, o quizás todas estas sensaciones juntas, comienzan a agobiarlo, y sin ningún tipo de limites, estos sentimiento se desarrollan hasta el infinito, provocando los mas desgarradores deseos de suicidio, pero a su vez, otorgando un poder y una fuerza invencible, generando por unos instantes, quizás mas, un éxtasis incomparable, un frenetismo avasallador que hace que cualquier sujeto pudiera conquistar el mundo sin mayor esfuerzo. Es imposible determinar cual es la supuesta respuesta que un borracho del conurbano puede dar en este estado, e incomprensiblemente, sus diferentes respuestas no dependen de la cantidad de alcohol que ingiera, sino todo lo contrario, con una cantidad ínfima de bebida, el hombre del conurbano es capaz de sumergirse hasta las lagrimas, o bien, extasiarse en las mas largas carcajadas, insoportables para cualquier otro que no comparta su estado, o simplemente no comprenda el porque de ellas...lo sorprendente de estos sentimientos, es que son tan ínfimos pero tan profundos, que se puede pasar de uno a otro, con solo ser afectado por la mas mínima brisa, ante el mas inoportuno comentario, o simplemente por puro bajón. Sin embargo, no importa el estado por el que pase un borracho del conurbano, simplemente no puede negarse que por fin se siente vivo, que ha abandonado ese escepticismo que lo caracteriza en su sobriedad, y que por fin puede dejarse llevar por sus utopías mas ilusas, o abandonarse a sus deseos carnales, mas no sin dejar de sentirse a si mismo. Pero por mas que este hombre del conurbano espere que estos sentimiento sea interminables, que desee mas que nada no volver a la inercia de la rutina, la vigilia irrumpe en su cuerpo con una violencia incomparable, generando la sensación misma de la muerte en vida, si se pudiera decir tiene un ínfimo índice de vida en su cuerpo, llevándolo hasta el arrepentimiento mas sincero, y atormentándose por el dolor y el malestar, jura no volver a tomar nunca mas, por lo menos no, hasta el próximo encuentro...


Esteban ( el hombre que vio a la partera)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que lindo fue leer eso....no se si es un cuento, un escrito, poco importa el formato.....el desarrollo me fasinó. La descripción recorre muy bien el caso, creo.
Te felicito Hippon !!!
Escribi mas !!!!