jueves, 13 de marzo de 2008

Como una hoja

Al sentir que las horas eran más pesadas que de costumbre, me propuse comenzar a visualizar una hoja de aquel árbol que me acompañaba en la vigilia. Intente concentrarme en ella como encantado, para que todo a mí alrededor desaparezca por un instante, y que ese instante se convirtiera en una hora, donde el torbellino de palabras rebeldes se acomoden en un solo movimiento: me niego en una hoja.
Ese fue el principio. El desorden de mis sentimientos solo sentía el viento. Era una hoja verde de araucaria resbalando en la brisa, callando el silencio. Un solo orden: yo en el árbol. Una situación de de insurrección: escapar en el viento.
Pero aunque pasara horas enteras mirando-siendo hoja, nunca sabría, si era la vida o la muerte lo que me llevaba a buscar un poco de calma en aquella tarde eterna; si era el amor o el odio a ella lo que me inmovilizaba. Y hasta podría decir más adecuadamente: ¿Quién dice que mirar una hoja es estar inmovilizado? Si cuando la hoja se movía, yo me desplazaba con ella. Mi cuerpo reía por dentro y corría energéticamente quieto. Porque en la calma uno espera la fiesta, porque en la fiesta uno espera siempre la calma. Pero yo no era calma ni era fiesta, era hoja que bailaba en una fiesta en calma, armonía de mis ojos cuando la miraban, por un lado se iban, por el otro lado la fotografiaban.
Pero mientras más miraba, dejaba de ser. Me perdí en la vigilia cuando esperaba aquel encuentro. Ya no soy mirando-siendo hoja, ahora, convertirme en una hoja es una alternativa posible de vida. La vigilia me abrió aquella posibilidad: poder ser una hoja (fiesta-calma, viento-árbol). De tal modo, el principio no fue mi negación a ser, no fue tratar de dejar de ser esto mísero que posaba en el suelo. El principio emergió en un acontecimiento: el viento movió el árbol y ahí yo pude ser una hoja por un instante; entonces soy una hoja. Creo que fue ahí que comencé a verme y a dejar de mirar.
Danzaba sobre mi cruel fluidez al viento, escondiéndome de las retiradas, acercándome a las distancias y sosteniendo las envolturas con las almas a mí alrededor. Comenzaba a ser árbol cuando descubría que algo me sostenía. ¿Era árbol o era hoja? ¿Podría ser árbol? Después de todo seguía una dinámica paralela, transcurríamos insurrecciones, dictaduras y revueltas esporádicas que nos unían cada vez más. Pero ser un árbol ya era un abuso de mi imaginación, lo importante ahora, es que miraba como hoja, reconocía su aroma a agua y su sonido a vuelo. La gente pasaba y yo insistentemente la saludaba con minúsculos gestos, pero no me reconocían. Igual insistía y les cantaba de vez en vez, y de a ratos volteaban a verme pero se iban con las nubes. Cuando gritaba se dormían, cuando callaba se asustaban.
Luego de un tiempo siendo hoja surgió en mí una inspiradora apertura visual. Ya no me encontraba en el suelo, o por lo menos no me veía. Mi cuerpo era una hoja, sostenida por ramificaciones de hojas de árboles y de ramas de hojas; mí cuerpo sentía solo el viento, y se deshacía en el aire, fugándose de los prejuicios morales y las intolerancias. El miedo se desvanecía con la lluvia que me hacia crecer.
¿Cómo llegue de mirar a una hoja, a ser como hoja, y definitivamente convertirme en una hoja?, no lo sabré jamás, ya no será el asunto de mis ecuaciones. Mi mayor desafió de ahora en mas, será que una pregunta que quedo abierta en la calma sea lo que me potencie a nuevos aires. ¿Cómo seguir siendo árbol cuando como hoja me desprendo?




NR