jueves, 25 de octubre de 2007

cuentos de un amigo.........

La pasión según Lean
1ª y 2ª parte
por Sebastián Buffarini

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“Voces que se agitan…”

Teniendo a la vista la muerte insalvable de las grullas, razoné que lo que realmente me ayudaría a rehacer mi vida nuevamente era una experiencia de tipo comunista o religiosa, al fin de cuentas entiendo que ambos viajes “espirituales” padecen de los mismos defectos devotos y pasionales…
Adentrándome a analizar la alternativa por la cual debía inmiscuirme en la postura de extrema izquierda, recordé -con cierto desagrado- que si hay algo que realmente no me gusta es compartir las cosas importantes con gente que no conozco y que, mucho menos, me gusta que me recuerden que las estoy compartiendo. También noté que necesitaba un líder al cual idolatrar profunda y ciegamente hasta perder mis propias convicciones en favor del bienestar de mucha gente que, como era de esperar, no lo merecería. Motivé, para colmo, que no ser comunista a los dieciocho años es tan estúpido como serlo a los cuarenta…me encontraba a mitad de camino casi. En lo que a mí respecta, ya era suficiente análisis para darme cuenta de la inviabilidad de tal alternativa…
Entonces, y teniendo a la vista mi fracaso ideológico-político, comencé a buscar una salida en la segunda alternativa. Me fui en cruzada sacra por fin…
Primeramente, decidí que mejor malo conocido que bueno por conocer, y di por investigar el cristianismo en todas sus variantes. En una lectura fugaz pero efectiva de la Sagrada Biblia, consultando con algunos especialistas, caí en la idea de que todo el mundo es pecador menos el tipo que escribió ese libro y que, lo peor, no existe un modo humano de no ir al infierno. Entonces, luchar por luchar para en el final no conseguir absolutamente nada, no valía la pena. Las terribles contradicciones que surgen del mentado texto, sumadas a las contradicciones que empíricamente se develan en las ampulosas Iglesias me hicieron razonar que en definitiva es una religión que se basa pura y exclusivamente en la fe en un hombre llamado Jesús y sus prédicas sobre amor y hermandad. Por lo poco que leí respecto de ese gran hombre creo que si realmente existió, en cualquier momento debería bajar nuevamente a la tierra para pegarnos a todos una Real Patada en el Culo, puesto que lo que lo habremos defraudado no tiene perdón ni excusa. Quisiera aclarar que soy uno de los que aceptaría su patada sin chistar, entiendo que tendría toda la razón del mundo…
En segundo orden, me fui para con los más parecidos a estos que encontré en teoría: Los Musulmanes. De movida entendí que no era la correcta elección en este momento. Tratar de predicar un modo de vivir tan pacífico y armonioso bajo la sombra tiránica de ser considerado un terrorista por gente que se olvida que en la Edad Media su propio Dios estuvo de vacaciones mientras que acá, en la tierra, cuatro familias poderosas de Italia masacraron a medio mundo en su nombre no me resultaba conveniente. No estaba para héroe. Entonces, con un rótulo puesto, luchar contra tal mediocridad y obtusismo me resultaba inconveniente a esta altura tan particular de mi vida.
Para seguir en la tierra prometida, consulté las bases del Judaísmo… Entendiendo que cualquier comentario respecto de lo que pensara sobre este tema podría ser considerado de índole “nazi” por aquellos que -valga la paradoja- no toleren una crítica en contra de la Torá no resultaba beneficioso. Y por el contrario, tratar de explicar los postulados de la familia de Abraham y Moisés a la intolerancia argentina de hoy en día mucho menos.
Pequeñas comunidades (un tanto divertidas algunas de ellas) se fueron cruzando en mí camino de a una por vez hasta lograr sus cometidos: Hartarme de la religión establecida. Una especie de “impostura de la impostura” se había apoderado de mí. Decidí entonces ser agnóstico. Tanto tiempo tardé en entender tal palabra que tuve que pedir a Dios ayuda para hacerlo…ante tal particular situación entendí también que no era la solución adecuada.
Recordé, por ese entonces, un pasaje de una película que había visto: “El mundo de Dios está en ti y a tu alrededor…”. Calculo que en alguno de los libros que mencioné antes debió estar escrito pero seguramente acompañado con utópicas hazañas que debía realizar para, por fin, contradecirlo. Por el momento, me dije, me quedo solo con la frase.
Allí radicaría mi religión, decidí. “En mí”. Comencé por alabarme pero no resultaba buena idea. Entonces, se me ocurrió una genial idea: Crear mi propia religión. Con libros sagrados, profetas, mandamientos, dogmas, iglesias, etc. Todo completo. Una gran religión.
Había nacido el “Bonzoteísmo”, nombre en alusión a aquel primigenio apodo que me acompaño durante la niñez (bonzo), período de mi vida del que salí demasiado temprano y al cual añoro volver en algún momento.
Tenía un nombre genial ya. Ahora tenía que empezar a edificar mi culto.
Desgraciadamente caí en la idea de que para comenzar mi secta necesitaba una experiencia religiosa que me motivase un poco, alguna experiencia que se vinculara con lo que necesitaba al fin de cuentas: Entender el modo en que se puede olvidar y escapar de las grullas y así ser feliz.
Medité solo por un tiempo…nada. Leí libros por un tiempo…nada.
Al fin de cuentas, volví a la vieja usanza: Salí a la calle. La calle, el lugar que todo lo puede. Si de ahí habían surgido mis problemas, de ahí deberían resolverse. La calle me formó así como soy, así como era. Me enseñó lo poco que se y me contó como chimento lo que nunca quise saber. Me enseñó lugares y me prohibió muchos más.
La calle era la solución y, entonces “si la calle no viene a ti, ve tú a la calle” me dije, plagiando como cualquier otra religión.
Y un día salí a la calle a edificar mi culto…y allí encontré a mi gurú…

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“Vencedores vencidos…”

Como en aquella entrañable carta al mágico mundo del metegol de Gonnet, de un momento a otro no lo llegué a entender. Pero en un amanecer frío como un pedo de pingüino, lejos de casa, mientras buscaba mi gurú por el asfalto, me asustó su irrupción, vestido de larva azul destrozando mi suave deambular de una noche que de agitada tuvo poco. Ahí lo entendí todo. Ahí, por primera vez en mucho tiempo, no me sentí solo:

-“Habrá que acostumbrarse al futuro, el que no nos deja ya tiempo para hazañas. Habrá que, de una vez por todas, tomarlo medio en serio. Es seria y lógica nuestra nostalgia, seguramente cierta, todo tiempo pasado fue anterior. Y eso habrá que sobreponérnoslo”
Me comentó mientras no lo conocía aún…
-“¿Qué, no te acordás de mí, viejo marino, como despreciábamos a la gente que solucionaba las cosas? ¡Cómo me gustaría volver a despreciarla! Nunca entendí ese comportamiento, pero nos salía tan bien que trataba de no cuestionarlo nunca. No me quería sentir equivocado. Era fija siempre nos gustó mas y nos gusta ser parte del problema mas que de la solución. Tiene otros condimentos. Otro sabor. Es adolescentemente febril”.
Me atormentaba con sus palabras, yo no entendía nada.
-“Creo que nuestra virtud fue decir las cosas sin especular. Aprendimos a vernos. Limitamos nuestro tiempo a lo que realmente valía la pena. Es por eso que puedo afirmar hoy que pocos tendrán la amistad que nosotros llevamos. Pocos la han tenido ni la tendrán. Esto es definitivamente por siempre, y es lógico, nunca esperamos nada de nosotros. No es necesario. Estamos atados al factor sorpresa que lo protege todo. Todo al final llega para nos. Felices nosotros, los que nada esperamos de nosotros mismos, porque nunca seremos defraudados”.
Me había artado ya de escucharlo. Me di vuelta y comencé a caminar rápido hacia otro lado. Él, obviamente me siguió.

“-¿He aquí un mundo nuevo que se asombra ante nuestra locura? No. Esto ya lo han inventado, solo que nosotros lo descubrimos. Todo ese resto de cosas inservibles que el mundo ofrece nos da nauseas, nos provoca una sensación tan falsa que la sinceridad que fluye recíprocamente entre los dos se pegaba un culatazo con la botella de cerveza sin terminar la pizza de palmitos. Ay…aquella pizza-“
Definitivamente, aquel muchacho estaba loco. Yo quería una experiencia religiosa como bien dije, un gurú, un profeta, no semejante ejemplar. Seguía hablándome con extraña familiaridad. En un momento me cansé y le supliqué que razonara la posibilidad de que se había equivocado de persona. Me contestó que él nunca se equivocaba de persona. Que hacía mucho tiempo esperaba a alguien para moldear su vida y construir una religión, juntos… Ya todo era sumamente extraño. ¿Cómo era posible que supiese lo que yo buscaba? Religioso pensé… ¡Esto es religioso!
Habría sido genial si tal personaje no hubiese insistido en que me conocía. Seguía desparramando historias sobre tipos que no conocía. Y hasta se bautizó a él mismo con idolatría:
-Si quieres, tú puedes llamarme Lean -me dijo como haciéndome un favor-.
-¿Por qué Lean?- pregunté lógicamente.
-Porque me llamo Lean -molestó.
Caí en que no solo se estaba tornando extraño e indescifrable, sino que además tenía un humor bastante…distinto.

Como rompiendo el hielo que tan mal broma había creado, se esforzó porque lo recuerde y me comentó un par de conclusiones que había extraído de ciertas anécdotas. Anécdotas que, supuestamente, habíamos compartido:
“Era una noche y había que copar la parada. De visita noma’, como realmente vale. ¿Y todo por qué? Por nada, eso fue realmente importante, no teníamos banderas, no defendíamos nada, siquiera a nosotros mismos. Entonces valía mucho más, porque jugársela ahí indicaba que sería siempre más fácil jugársela por algo. Era una noche fría (como, no se si por casualidad o causalidad, siempre fueron todas) donde un tipo hacía fama a su apodo y se comía una que otra petisa del lugar, mientras el otro se encargaba de desalojar el lugar atestado de putos doblegando de dolor a una “borra” que producto de su ingenuidad de jumper se frotaba un limón por la herida provocando una escena de desconcierto para un flaco que, con cara de boludo, miraba impotente ante tamaña muestra de poder de dos tipos que la tenían lunga y estaban peligrosamente decididos.
Nosotros solos, sin que nadie nos ayude, les destruimos diez años de amistad en pocas semanas. Mierda, que es un logro.”

Tal anécdota o lo que sea, me asustó demasiado pero me convenció. ¿Será éste el profeta que necesito para comenzar mi religión? ¿Serán estos los postulados que domarán mi vida de aquí en más? Ante la alternativa de volver a dudar, lo elegí. Adopté a “Santo Lean” como gurú. En poco tiempo descubriremos si fue o no un error. Además me quedaba la duda si realmente me conocía o me estaba engañando. Opté por tratar de averiguarlo yo solo.

Comenzamos a caminar y, así entonces, escribir nuestro evangelio, juntos. En un momento, antes de comenzar el viaje fantástico que pasaré a desarrollar en los capítulos venideros, me dijo como para dar un buen “nuevo” comienzo según él:
“Es hora de ver como me sale hablar como Formento, atarme a una cama de Bariloche, disfrazarme de trébol, depilarme la entrepierna, vestirme con un tutú y escribir frases hipnóticas en francés. Así las cosas, te pido que te mantengas de mi lado y a mi lado, delante o atrás me molestarías.”
Y así, siguiendo en parte sus instrucciones, partimos con rumbo sur…como siempre…

Continuará…

cuentos de un amigo....

Subconsciente
por Sebastián Buffarini

“¡Vamos, vamos la fama…!”

Un cortado…y una curita.

Estoy soñando muchas boludeces últimamente. Debe ser la cantidad insoportable de bizcochitos bañados en dulce de leche que ingiero antes del reposo lo que hace que mis noches se plaguen de aventuras fantasmagóricas que a ningún lado llevan.
Alta premisa. A veces soy mozo en un restorán repituco de Padua donde los comensales parecen tener una especie de fobia hacia la comida que no cazan ellos mismos. Son tipo de alta gama, refinado como un melón de navidad y a la vez grotesco como un choclo en el culo. Sin embargo con fobia y todo, van. Se acomodan en las mesas y ríen humeando como el Chatanooga rumbo a Miniápolis. De pronto levantan el dedo y me llaman a mí. A mi, por supuesto, ya que soy el único mozo de ese restorán tan grande (detalle de este sueño que aun no logro desnudar). Me voy contorneando de entre las mesas, buen provecheando a la gente y, luego, riendo con mi estúpida risa de conejo les ofrezco la carta. “RESTORAN PITUCO de PADUA - HOY: COCODRILO DUNDEE CON PAPAS”, todos igual preguntan que hay mientras yo me pregunto por qué tengo que ofrecer una carta con una sola comida. Mientras me alejo con el pedido me voy reflexionando sobre los riesgos que correría si tratase de robar yo solo el lugar.
¡ZAS! Punto de no retorno. Lo peor que uno puede hacer en un sueño -siempre y cuando ese sueño le guste- es soñar que reflexiona, ya que en ese momento el puente invisible se hace luz y pasamos directo a otro sueño. Podría inventar un final lindo para mi pasantía como mozo pero sería mentira, es una especie de semisueño inconcluso. De repente me encontré en el papel de un líder comunista que vive en un bosque y domina a todos los animales y ligustros para que se conviertan al comunismo. Obviamente este sueño duro menos que The Sacados…

Sabor a culpa y agonía.

En el más creativo hasta ahora de todos mis ensueños tuve una aventura hipnótica. Soñaba que despertaba y salía a caminar instantáneamente. Me metía en las casas del barrio y dentro de ellas encontraba personajes que habitual y posiblemente nunca deambulan por allí. Vale aclarar también que poco se parecía este a mi barrio. La primera casa que encontré era una del tipo californiana, como la de Alf pero pintada de verde y blanco a rayas horizontales. Dentro de ella se encontraba Mirta Busnelli sentada en un canapé marrón oscuro y mientras bebía una copa de algo que no pude comprender, comenzó a contarme que estaba muy ocupada últimamente desarrollando junto a un cura médico de Tucumán una herramienta nueva para taladrar y atornillar huesos con el fin de facilitar las prótesis. Recuerdo que me contó todo el proceso de investigación y yo la escuchaba atónito sentado en el piso y en lo único que pensaba en donde era que tenía que ir. Cuando recordé que en realidad iba a ningún lugar le cambié el tema y saludándola muy respetuosamente -como saludaría uno a un cura tucumano- me fui.
Seguí caminando y encontré una casa que parecía de frente una carnicería pero cuando entre era mas bien como una fiambrería. En el lugar donde debería estar el mostrador había una especie de camilla atornillada al piso, y apoyado sobre la camilla, estaba el cantante de La Ley (de quien ni siquiera se el nombre pero lo cierto es que el tipo no me disgusta) leyendo el diario. Me miró y agachó la cabeza nuevamente. Yo lo miraba petrificado como un paquete de pastillas. Me miró nuevamente y me preguntó si alguna vez había pensado en el futuro de la evolución humana. Yo seguía duro. Cuando se disponía a contarme su teoría Darwiniana mi sueño salto repentinamente al restorán de Padua.
Ya se habían ido todos y yo me encontraba trapeando el piso con un lampaso deprimente, el gordo Gaby estaba cerrando la caja y de la nada comenzó a gritar llamándome con un apodo que no recuerdo. Corrí hasta encontrarlo y lo encontré totalmente paralizado, sudando como un mono pelón, con una lapicera derritiéndosele en la oreja, un repasador colgando del hombro, el control remoto en una mano que apretaba con furia y una mirada inconmovible, como la mirada de alguien que supone ver un OVNI, estaba clavada en el televisor. Era un programa chino donde el invitado era el mismo tipo de La Ley charlando con Woody Allen y explicándole una teoría bastante comprensible sobre la evolución humana. El dialogo fue más o menos así:
- Presentador Chino: (Hizo una pregunta pero yo no sé chino).
- Woody Allen: (Habló bastante, con tono serio pero yo no sé ingles).
- El muchacho de La Ley: (Risas en chileno) No, no…a lo que yo me refería era al hecho que dentro de muy pocos años veremos la evolución del hombre en vivo y en directo. Imagínense ustedes…
El presentador chino atinó a interrumpirle.
- El muchacho de La Ley: (Exasperando) No, ahora déjeme terminar…
Woody Allen se rió de manera inexplicable al caerse de la mesita ratona de vidrio un papel de color rosado.
- El muchacho de La Ley: Piensen por un segundo lo que tardó la tierra en formarse, miles de millones de años luz. Ahora lo que tardaron en aparecer los primeros animales, cientos de millones de años. Los dinosaurios se extinguieron en millones de años y apareció el hombre. ¿Nota usted como las distancias temporales se achican?
El presentador chino que asintió con la cabeza en un silencio perpetuo y prosiguió
- El muchacho de La Ley: Luego el Homo Sapiens evoluciona en pocos millones de años hasta ser el hombre del…supongamos…5000 antes de Cristo. Desde ahí en más el hombre evoluciona en miles de años, cientos de años, y hoy en día estamos en condición de afirmar que evoluciona en años. La pregunta del millón de libras es cuanto tardará la raza humana en evolucionar en meses, días, horas, minutos y cuando llegue a segundos…mejor dicho a “segundo”, ahí veremos la evolución en vivo y en directo, aunque sea solo por un segundo, ya que ese segundo será el instante exacto del exterminio de la raza humana…

Yo me quedé paralizado como Gaby y no podía creer lo que estaba viendo, como un tipo como ese, con la fama que tiene puede pasar tanto tiempo desarrollando una teoría tan compleja como improbable. Y luego me imaginé el motivo y me llegó una reflexión.
Pero ni bien reflexioné en mi sueño, este cambio tanto que desperté en serio esta vez. Me había desvelado, me senté en la cama y encendí un cigarrillo. Eran como las cuatro de la mañana, estaba cansado y para poder dormirme mejor prendí la radio y a que no saben que tema estaban pasando…Little Wing de Jimy Hendrix. Seguro que no pensaron en ese…

Desconclusión final

La próxima vez que me vean comer bizcochitos con dulce de leche antes de dormir, por favor, péguenme una buena patada en las bolas. Ojalá no les pase como a mi, que ahora cada vez que escucho un tema de La Ley o veo una película con Mirta Busnelli solo pienso en la evolución humana, lo cual es mas triste de lo que parece. Amén.

miércoles, 17 de octubre de 2007

El club de la Pipa VIII

“La virgen de los deseos” por HB



Retazos de una madrugada nocturna


…se hamacaba entre algunos de sus sueños, movilizándose, intentando recoger un poco de aire de cada uno de ellos, para transitarlos sin reducir la velocidad del tiempo moderno.
En momentos se quedaba flotando en uno de ellos, entre las nubes y el cielo,
pero luego bajaba con mayor velocidad y su miraba se escurría en el suelo temiendo caerse.
Una vida con los pies para arriba, o una vida con la geta en el barro, ese era su desafío.
Instantes arriba, instantes abajo, desequilibrio de la vida, equilibrio del tiempo.
Pero ella ni siquiera sabía que el juego la depararía a una pausa en la inmensidad del vacío, donde se encontraría sola en aquel amanecer, hamacándose en aquella plaza perdida, inventando alternativas al horizonte, desafiándolo en cada parpadeo, aniquilando poco a poco su razón y su ilusión, y dejando que la hamaca siga su destino, y la agité de un lado a otro, aprendiendo a jugar, en la ensangrentada derrota, la encantada victoria, en el llegar al cielo, y en el bajar veloz, hasta desprenderse las manos y reventar sus pies en el intento, mientras la noche la miraba de atrás…

NR



…sus rodillas oprimen su cabeza que rogaba por sedantes.
La vereda recogía desechos humanos, aromas petrolíferos quemados, y un color libidinal de amanecer dominguero, pero ella no sabía que aquel baile sureño no solo la obstinaría a ser la flor que nace del basural, que crece llorando por su aroma, sino que también la desnudaba, la dejaba tan libre que su transpiración hervía a sus placeres.
Pero igual su mirada daba al vacío de la retirada, entonces bajaba su cuerpo fetal en el amanecer, en un anochecer, y en un “dormir jamás”…

NR



…eso era la inestabilidad. Era el mate viejo tomando un color verde oscuro y formando el moho que se fundía con la habitación, con las hojas tiradas en el suelo que daban frases instigadoras. Era un teléfono sonando como lejano y penetrante a la vez, un remolino de sabanas con aroma a sexo, y una silla con montones de prendas de vestir que me sostienen y me desnudan en la soledad, que me acomodan en la vigilia. Y encima de todo se encendía el velador que iluminaba mi sombra y profundizaba mis fantasmas, con sus luces incendiaba las colillas de cigarrillo que se acumulaban en el cenicero, y un murmullo de reencuentros enredan voces pasadas con el silencio que tarareaba a mi vigilia cruel, tratando de encontrar algún pedazo de olvido, alguna palabra que no me llame, que goce sola conmigo en la oscuridad. Pero si eso era el equilibrio, si el murmullo entre almohadas lo encontraba, por dónde tendré que zozobrar, por cuánto tiempo, y en cambio de que, si el sueño de una mañana solo se acomoda, a la paz del abrigo de una noche donde calló.
Y tardé mucho en entender, que aquella inestabilidad no era de la dicha, y ni siquiera de la variedad de nuestros juegos y caprichos. Quizás solo los entusiastas pueden ser estables, pero si tan solo hubiésemos acompañado la pausa del nubarrón que nos esperaba, el reposo del ocioso, cuando los incontables retazos de nuestros vicios, nuestras rebeldías morales, y nuestras enfermedades éticas, desafiaban al tiempo y a la noche de la ciudad, quizás ahí, nuestra más estable inestabilidad, la de los amantes, hubiese rechazado las regalías de aquella noche…

NR

viernes, 5 de octubre de 2007

Bestia

Por El paladín Nago.


Bestia, la vida vive
Y se hace eco en el mundo desnudo
En el mundo abierto
Y se hace un tiempo en todos los tiempos
En las horas y minutos
Y en el tiempo sin tiempo.

Puede, la bestia bestia.
Y se hace camino en el fuego,
cenizas en el hielo
Persevera la bestia en su ser
haciéndose cada vez mas perfecta.




martes, 2 de octubre de 2007

El Club de la Pipa VII

"Tango de mi ciudad" Por HB.


Tangos maleables

Un hombre y un bandoneón, melodía que acaricia tus ánimos agitados,
y te despierta en la marea…
Abrís los ojos…
Interrumpes tu rutina agonía…

Miles de alientos pasan a tu alrededor pretendiendo hundirte en su prisa.
Tratan de arrástrate y absorberte con su velocidad.
Vienen de un lado y de otro con miradas ciegas e indefinidas,
condenados a destinos sostenidos hacia la mutilación de su deliberación.
Tu vista se nubla, la rapidez deposita en un acertijo a tus próximos pasos.

Miles de alientos chocan pero no explotan en un suspiro.
Se empujan e indultan para llegar primeo a la meta:
Un eterno ultimo éxodo eterno.

Miles de alientos participan en el mismo destino, aunque combatan
por un gramo de respiración, y se aniquilan con un soplido.

Un tren prendido fuego.
Miles de alientos escupen su estomago y su prisa,
descubriendo que eran solo hombres:

Miles de hombres en su éxodo eterno,
le aniquilaron sus alientos,
por eso no acompañaban cuando el bandoneón golpeaba.

Un hombre y un bandoneón, mira fijo entre miles de hombre,
y su mirada nostálgica se pierde junto a un país distante.

Golpea el bandoneón y aúlla la razón…
Cierras los ojos…
Proseguís el recorrido eterno de tu éxodo eterno…


NR



Alucinás un tango y una fiesta, unas fuerzas extrañas que atraviesan tus insomnios.
Y en seguida te entregas a la misericordia de la noche:

El duende de tu son, che bandoneón,
se apiada del dolor de los demás,
y al estrujar tu fueye dormilón
se arrima al corazón que sufre más.
Estercita y Mimí como Ninón,
dejando sus destinos de percal
batieron al final mortajas de rayón,
al eco funeral de tu canción.


Cuentas gotas que rebalsan de la mesa,
la medianoche trae el licor frió a tu dolor.
Recorres los rincones buscando algún centavo,
y tus recuerdos te invitan una ronda.
¿Olvidadizo serás valiente?

Bandoneón,
hoy es noche de fandango
y puedo confesarte la verdad,
copa a copa, pena a pena, tango a tango,
embalado en la locura
del alcohol y la amargura.
Bandoneón,
para qué nombrarla tanto,
no ves que está de olvido el corazón
y ella vuelve noche a noche como un canto
en las gotas de tu llanto,¡che bandoneón!


Suena el tango que ríe de los sueños, pero aquel sueño te esta olvidando,
bebes las huellas de tu destierro y agudizas tu seducción.

¿Hasta donde pueden sangrar tus placeres?

Construís figuras imposibles en un platito con maní.
Amarras tus manos a tus bolsillos, y descansas en tus silencios,
que se acomodan a una melodía que intenta recordar respuestas.


Tu canto es el amor que no se dio
y el cielo que soñamos una vez,
y el fraternal amigo que se hundió
cinchando en la tormenta de un querer.
Y esas ganas tremendas de llorar
que a veces nos inundan sin razón,
y el trago de licor que obliga a recordar
si el alma está en "orsay", che bandoneón.


Así aparece el final, la noche que pierde sus colores lóbregos,
y el ritmo de un tango no atendido lo acompaña en su retirada,
a esperar el bondi que lo lleve al sueño.

Otra noche más se escapa...
Los tangos maleables resuenan en tu fisura...
Y los primeros rayos cocinan tu carne
en un pancho noventa y cinco...

Suena el rock en la radio...
Ya es hora de despertar...


NR

(Gracias a Homero, y a su ¡Che Bandoneón!)