martes, 22 de julio de 2008

Ciudad Conectiva IV

La ciudad nos despliega fronteras todo el tiempo
fronteras de velocidad
fronteras de imaginación
autopistas calles y avenidas fronteras de consumo
barrios recorridos
barrios traspasados
publicidad umbrales
invisibles límites audiovisuales impenetrables y duros
muros
mallas repartidas en toda la mancha urbana
un mapa del reino del mismo tamaño que el reino
el cartógrafo perfecto hasta el absurdo
fronteras fantasmales y fronteras reales
que dibujan tus lugares
a veces todo se juega en cien metros
un río
un puente
una casilla
una línea de colectivo
el terraplén del tren
vías muertas o vivas, o semimuertas
gomas quemadas de fuerzas humanas
gomas gastadas de rabia enjaulada
trabajadores
flujo humano
migrantes diarios
stock de viviendas
guetos enclaves
lunares urbanos
vagabundos y nomadismo
la música del niño
la musica imprevista y la que te espera
algunos rumores
pasadizos exclusivos para automóviles
distancias ficticias y tiempos absurdos
Fiorito-Olivos en veinte minutos o dos horas o nunca
la mancha urbana
enorme monstruo de miles de pliegues
localidades distritos
circunscripciones
umbrales de seguridad
calles angostas, calles cerradas
umbrales de productividad de rentabilidad
la ciudad es híper-conectiva y lejana entre sí a la vez
pero siempre signo o potencial
signo para el capital fronteras y
capital volátil fronteras y
fuerzas fronteras y
humanidades ciudadanas fronteras
que ya no limitan la ciudad y su campo.


El ciruja.

martes, 15 de julio de 2008

El lobo, la niña, el tiempo.

¿Y quién me habría contado de los ojos del último sol? ¿Y qué día había pensado en el ahora sino cuándo? ¿Cuál habría sido ese pie que trepó primero el llanto del patio verde, con los limones tirados en la tierra viendo caer el infinito sobre ¿quién?

Cual si lo hubiese pensado siempre ¿desde cuándo? ¿Y qué pregunta por el tiempo cuando a veces se despliega como el mismo de siempre? Y escupe esa sensación de infinito a la vez que llueve siempre lo mismo. Quema la calle. Y la puerta abierta al rocío, ahí, respirando entre las fantasías que juegan en la plaza. Y es que un día empecé a buscar el otro lado del espejo cada vez que no veía más que sueños ahí, sin dormir. La vigilia, el papel despierto y la pregunta por el niño. Y todas-las-voces puteando en voz alta por el lobo que no siempre está durmiendo. El pobre lobo dormido. Revolviendo la tierra para jugar a las escondidas. Como si jugar a las escondidas no nos despegara de la cosa por un rato. Primer juego. Tirar los dados. Ausencia. Juego de ausencia entre pozos hechos en la tierra. Y el pozo no se tapa nunca, entonces aparace-desaparece y el lobo sigue dormido. Pero entonces ¿el lobo siempre está dormido? ¿Para quién?
Y si las voces se callaran por un rato, ¿dejaría de ver a través de los ojos de una historia de sueños? Si cada vez que despierto aparezco en el mismo lugar. Pero si el lobo siempre está dormido ¿qué es el mismo lugar? Alucinan. Golpean las manos. Juegan a poner algo en el lugar del vacío. ¿Y si no hay vacío? ¿Y por qué poner algo en lugar de otro? Eterna sustitución del hombre que duerme al ladito del lobo para no terminar de caer de la silla. Claro, la de cuatro patas. La que sostiene y anda. La que manda a ser el hombre reconocido por ¿quién? La que dice del hombre. La que lo mete en la encrucijada de lavarse la cara o mirarse a si mismo.
Pero entonces... ¿si no ahora cuándo?

Manzana