lunes, 23 de junio de 2008

Ciudad Conectiva III

La ciudad y la vida…

La ciudad te depara varias señales de tránsito. El vagabundo las codifica y las convierte en cicatriz, y las hace sangrar.
Si uno tiene la aguda percepción del vagabundo, nunca caerá en el error de creer que los transeúntes se movilizan todos de forma autónoma. El vagabundo percibe en cada reojo nuevas corridas de deseos.

Sociología del ciruja:

El vagabundo es como si fuera un eterno extranjero o un niño: No hace caso a las señales o las lee de otra manera. Eso le posibilita que vaya inventándose una ciudad a cada instante.

Cirujeando explora.

Pero hay otro tipo de vagabundos. Son los cirujas que hacen de la ciudad todo su terreno. Borrando fronteras y limites entre la ciudad ajena-pública y su propio territorio conocido. Este tipo de vagabundo es como un animal que vuelve a toda la ciudad un solo y mismo hábitat en donde poder desplegar sus instintos y olfatos. Por eso disfruta de los caminos maltrechos, y recoge los alborotos entre sus dedos –sus cuatro patas desmienten el tacto de los pañuelos–.

Y aquel quijote, más allá de un cuento, puede burlarse de los cimientos sin ser descubierto. Porque no hay finales, ni alusivos principios para este aliado.

Solo sus nudos pueden atar a las miles de ciudades, y solo la ciudad puede atar a los mil pedazos de ciruja que giran alrededor del carro.
¿Y cuántos cirujas cuentan las modas de los ciudades? ¿Y cuantas ciudades miran las modas de los cirujas?

Es que su cara experimenta el vértigo de esos fluidos urbanos. ¿Y cómo hacen las caras largas de los cirujas para estar unidas? ¿Y cómo hace aquel ciruja para dormir?

El ciruja.

lunes, 16 de junio de 2008

Ciudad conectiva II

La ciudad y la fiebre.
Las angustias atrapadas en el transporte urbano.
Los sollozos mudos en las villas; los gritos atragantados en las calles.
Y de vuelta los accesos de tristeza en el tren.

Los ataques de pánico son maneras de recorrer la ciudad; y son maneras, también , de cómo la ciudad nos recorre.
La ciudad es un paseo en el vacío total; un paseo entre soledades acompañadas que huyen eternamente de una huída a otra.

La ciudad es conectiva: une un punto con otro, despedazando rincones. ¿Estás preparado para consumirla en redes que ocultan su miseria y crueldad?

Pero esa es una de las ciudades que existen.
La ciudad es música también; son miles de hombres y cuadras deseantes.
Miles de bondis estallando en las calles.

Hay miles de ciudades en cada ciudad, en cada nervio, en cada cabeza, en cada cuerpo.
En cada relación entre cuerpos.
La ciudad es composición.
La ciudad es un monstruo de potencias.

Es nausea y revuelta. Se mezcla con la resaca y te obliga a vomitar.
La ciudad despierta y duerme; carga con aquellos que apilan sus luces a sus hombros para no alejarse y no dejar de recorrerla.
La ciudad es un inmenso laberinto, con túneles profundos y esquinas sin núcleos.
La ciudad es un laberinto de ciudades.


El ciruja.