lunes, 16 de junio de 2008

Ciudad conectiva II

La ciudad y la fiebre.
Las angustias atrapadas en el transporte urbano.
Los sollozos mudos en las villas; los gritos atragantados en las calles.
Y de vuelta los accesos de tristeza en el tren.

Los ataques de pánico son maneras de recorrer la ciudad; y son maneras, también , de cómo la ciudad nos recorre.
La ciudad es un paseo en el vacío total; un paseo entre soledades acompañadas que huyen eternamente de una huída a otra.

La ciudad es conectiva: une un punto con otro, despedazando rincones. ¿Estás preparado para consumirla en redes que ocultan su miseria y crueldad?

Pero esa es una de las ciudades que existen.
La ciudad es música también; son miles de hombres y cuadras deseantes.
Miles de bondis estallando en las calles.

Hay miles de ciudades en cada ciudad, en cada nervio, en cada cabeza, en cada cuerpo.
En cada relación entre cuerpos.
La ciudad es composición.
La ciudad es un monstruo de potencias.

Es nausea y revuelta. Se mezcla con la resaca y te obliga a vomitar.
La ciudad despierta y duerme; carga con aquellos que apilan sus luces a sus hombros para no alejarse y no dejar de recorrerla.
La ciudad es un inmenso laberinto, con túneles profundos y esquinas sin núcleos.
La ciudad es un laberinto de ciudades.


El ciruja.

1 comentario:

Anónimo dijo...

LA ciudad es traición al borde de los bordes, que invita a escupir en la cara de uno mismo, y ajusta un poco, cada vez más, el Gran Nudo que nos mantiene a salvo y a distancia del Deseo. Ecuación casi cerrada. Sistematiza, ordena, recae sobre la piel.
Aunque los trenes... los bondis... tienen ventanas como agujeros por los que se mira siempre más allá. Y entre tanta mugre de palabras mudas, al menos una escena de amor, de bronca, de lluvia, de frío, de llanto. Y eso nos avisa que no todo es control. Que hay algo más.