Su historia comienza en una persecución.
Los brujos del barrio de Villa Paz, enfadados
por su insólito arte, lo empezaron a perseguir.
A nadie le interesaba que sea un
fabricante de paisajes,
y menos que a ellos se dirijan los hombres
antes de desaparecer.
El maniaco hombre,
pasaba todos sus días en la puerta de su casa,
atravesando una angustia muy despiadada,
que hacia de su cuerpo,
un corredor de fantasmas,
que lo internaba en un clamor de voces
y carcajadas,
que recitaban en su honor,
la dolorosa verdad de sus recuerdos.
Cuando los brujos descubrieron aquel maquiavélico arte,
él casi no tenia fuerza para huir,
y de sus brazos comenzaron a crecer raíces
que lo insertaban en la tierra.
Al mismo tiempo crecía el pánico,
el miedo de haberse perdido,
y la puta desesperación,
porque los brujos se acercaban.
Inexplicablemente,
cuando ya estaba por descender,
encontró caído del cielo,
un balón que se estaciono
bajo su suela.
Él con todo el dolor que significaba,
se desprendió del objeto,
en todo un acto violencia,
tras una pegada delicada,
con toda la calidad que lo caracteriza,
llevando al balón
al limite del cielo y la tierra,
donde bailan los sueños,
donde se escucha el ardor del pueblo,
y donde uno recobra su libertad.
¡Que magnifico tiro!, se escucho de repente.
Eran unas mariposas que presenciaron aquel momento,
y salieron al encuentro de él.
Ellas acariciaron al hombre
y le recobraron su fuerza.
Luego empezaron a sobrevolar a los brujos,
a esos siniestros dioses de la obsesión y el encanto.
Los brujos desaparecieron,
en un instante del infinito,
y con ellos las mariposas.
El hombre nunca supo que paso,
quienes eran esas mariposas que recitaron su suerte,
ni porque esos brujos se enojaron con él.
Pero supo que tenia tantas salidas la angustia.
Que ya no necesitaba de ningún arte esplendoroso.
Porque el arte se encontraba en la posibilidad de desaparecer,
sin rumbo,
como aquel balón,
que libre al viento,
abatió las nubes,
abriendo una nueva jugada,
que desvió su fiel camino,
y lo dejo otra vez posando en aquella vereda,
esperando de algún otro balón del cielo,
de alguna otra mariposa que le cante,
y lo introduzca a sus propios paisajes,
dueños de su dicha,
y su desaparición.
Esos paisajes que representaban
el límite de la tierra y el cielo,
donde bailan los balones,
donde se escucha los gritos desesperados del offside,
y donde sopla el silbato,
para comenzar el primer tiempo,
una y otra vez,
y otra vez,
hasta desaparecer de nuevo,
cuando de su garganta
se escape un gol…
NR
Cardiógenes aturdido tras bajarse del tren, que lo conducía hacia el centro del infierno, comenzó a observar que a su alrededor había cadenas que sostenían los cuerpos vivos, y que todas se dirigían hacia el mismo apartamento, inmenso y atormentante, que expedía luces de un gran espectáculo. Las luces se dirigían hacía un escenario que se encontraba en el centro de la plaza del pueblo, en donde bailaban ancianos bajo un aura, que congelaba sus corazones y los convertía en estatuas adornadas de ofrendas y santificados, que enfermaban
al espectador. Estamos hirviendo de fiebre, de tanto saber…
NR
Estaba desplomado en la entrada del viejo hostal.
Le caían gotas sobre su rostro,
provenientes de las plantas de la señora Arteas,
que en su desvelo, casi inoportunamente,
a sus claveles se puso a regar.
Los muchachos que salieron aquella clara noche
a divertirse,
también se encontraron con él,
y en sus necesidades revoltosas,
pasaron y lo dejaron como dios lo trajo al mundo.
Las necesidades se entibiaban en su vientre.
El perro Juan, que acostumbraba recorrer aquellas calles,
al cual se lo conoce como el gran admirador
del almacén del frente,
lo acompaño unas horas nocturnas a este desprestigiado hombre,
arrojándose junto a él, en un esplendoroso sueño.
Nunca pudo olvidar el excéntrico aroma
que le dejo ese admirable perro.
Las necesidades ya no quieren a su vientre.
Cuando llego la mañana, y el portero Antonio,
salio como de costumbre,
silbando el maravilloso tango “Cambalache”,
a regar la vereda,
se encontró con una gran sorpresa.
De repente se escucho un clamor intenso
a lo largo de la ciudad,
proveniente de una vos desgarrada,
que hizo levantar a todos los fantasmas
que quedaron de la noche:
“la puta que los parió”
Las necesidades adornaban la vereda…
Que linda ciudad…
NR
Desafilados y eternamente instintivos tus vaivenes desfilan por veredas en brazas, de tantos sabuesos como vos, que intentan rozar heridas de frías noches, tratando de alcanzar carteles que marquen su dirección. Pero todo se dirige hacia la fosa, aunque parezca que detrás de la calle hay un gran espectáculo esperando por vos. Todo termina en la otra parada, y en tu espera, y otro bondi, que termina bajo otra rejas, donde crees que algún día llegara el regocijo, de poder escapar de tu ciudad. ¿Dónde termina tu ciudad?
NR
Aquella noche, después de que las risas que quieres callar se apoderaran de su cuerpo, y lo castraran en su espejo, salio a cazar algo que lo acerque a su más inoportuna vida. Escupió su saliva en la vereda tratando de sacar su espasmo social, y luego delibero encender su cigarrillo para encaminarse hacia la penumbra del más habitual, el momento de no saber donde ir. Pero si sabía que quería, aunque esa limosna que nos da la vida, siempre se enfrente a la caída del sol, donde te pisan sin saber quien sos, ni a donde te llevaba tu lastima.
Por eso el siempre salía a determinadas horas donde nadie pudiera ver su tenebroso rostro, lleno de callos del paso del tiempo, en un hombre tan miserable que sus pasos dolían tanto, que aceleraba el paso del tren.
“las tristezas son más suaves, cuando se deslizan sin tentarte”
Las risas que quieres callar, ya no correspondían con su angustia, todo lo retraía a un espectro de su inconsciente, manipulable por su dicha. Por eso nunca pudo escapar. Cuando salía seguía encerrado en su penar, en su mugriento mundo de saber que nunca llegaría a ser quien creía ser.
Su locura enfebrecía su frente, cuando imploraba su belleza en un ensueño producto de su inoportuna transeúnte forma de vivir, de su marea diaria que lo recogía día y noche, para volver a donde callan las tristezas, a donde se permite la muerte dirimir, en su insolente fantasía donde choca su consuelo y sus tesoros, donde se excede su inocencia por subir.
NR
“Claridad es estar siempre cerca de las cosas”,
aunque me pierda, y vuelva a enloquecer.
Claridad es ver tus manos en mi almohada
es perder el tiempo en mirarte,
es estar por ser, dentro de las cosas.
NR
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