sábado, 8 de diciembre de 2007

De los pies para adelante

Cuando fueron iguales no había Nadie con quien confrontar. Y él era una salida cual imágenes de un televisor encendido toda una tarde en la casita de ventanas cerradas de vidrios empañados. Había que inventar una salida. Y entonces el engaño de haber alguien ahí como puerta que entonces no era hombre. Esa era la única manera de estar dicho el asunto, de bailar con los pies en esa ruta donde un día se apagó la luz, y no tenía vestidos para levantarse. Sólo era seguir caminando aunque el próximo árbol la estrellara contra el eco de sus piernas. Entonces cerró los ojos y empezó a jugar entre los últimos vidrios de una botella que no paraba de darse vuelta una y otra vez contra su cara. De niña ya pronunciaba su nombre y encontraba líneas en el suelo. El mundo en ese momento era de papel claro. Y a la niña le encantaba pinchar el día con las agujas que guardaba en la lengua. Aunque quedara sola. Con tal de no escuchar el televisor encendido se rajaba antes que sus pupilas. Y corría detrás de un mundo del cual temía no-oir la oscuridad. Respiraba un hueso y otro. Y otro. Hasta que sangró la tierra que nadie nunca tragó, y besó cuantas arterias pudo, hasta que la jaula se escapó del lado del espejo que no se ve. Atornilló la puerta. Escupió la cerradura. Entonces no quiso ver más. Sus ojos lloraban Otro mundo. Y una figura que entró por la ventanita cerrada dibujó un sol que transpiraba humo. Llovió tanto humo una tarde que el sudor se transformó en la espuma que siempre fue, que nadie tocó. Había tantos ojos que la niña se abrió en dos, en tres, en cuatro... Pudo ver. Nadie dijo nada, Nadie jugó a hacer el bien. Pero Nadie se desangró por encarnar sólo por mil ojos a la niña que se olvidó en la ruta ciega. La inmensidad de las piernas tuvo tanto frío que entonces se hizo de noche de un salto.
Sólo que ahí donde los muros sin nombre se escribieron más tarde en ellos los surcos del empedrado más frágil de verano. Se les escapó la multiplicidad de las voces, el despertar de la espera de esquinas infinitas, los días de las noches de cuadra en cuadra de a pasos de pies descalzos sobre baldosas que arden de sudor. Es que los nombres no se atrapan y el asunto entonces no está todo dicho.
Se le cayó la escalera en la madrugada de ventanas abiertas. Cómo iba a hacer ahora, a la hora de la luz. Casi ni veía. Casi ni veía donde los tambores. Se quedó pensando entonces en todos los segundos que ya no latirían en ella como bocas.Primero cayó un pie desnudo (ahí donde dobla la voz más severa) Y esa fue quizás la caída peor, la que más resonó en las huellas de las uñas.Cuántos humos de cigarrillos había devorado sin nombrarse. Cuántas veredas sin calores que queman las sienes de sueños, con gusto a llovizna de noviembre. Que más tarde fue lluvia. Que más tarde fue tormenta. Que más tarde selló sus labios y llevó su lengua hasta la huella. Ahí donde cantaron los silencios de infinitas noches, mirando a un hombre tan perfectamente velado por sus ojos como hecho polvo por el peso del peso que pesa y aturde. Al hombre se le veían los ojos negros en el cemento de las tardes y ahí las calles se multiplicaban. Y a ella le parpadeaban las puertas del último sol. Y un río lento con sabor a yerba hacía de su garganta un mar de tonadas, siendo ahí-con-cada-vez para adelante. La garganta de las olas, de tantas y tan pocas noches junto a él. Frente a la corriente.
Si de todas maneras los trenes estaban tan cerca para irse con ellos que pasaba horas dibujando los viajes que más tarde hizo. Y la suerte estuvo de su lado cuando después algunos no llegaron, otros no partieron, otros se detuvieron, otros le volaban los vestidos. Otros la llevaron un día al norte del norte. Otros a las diagonales de una plaza donde fue feliz todo el día. Todo el día donde no hubo más ojos que los de ella sin la condición de quedar-se mirando. Algo empezaba a conmo-ver-se.
Manzana

1 comentario:

Anónimo dijo...

De los pies para adelante, como una niña, o un niño, que siempre busca y se conmueve, como en una relación en la que se entrega todo uno por el otro. Manzana muy hermosas las imagenes a donde nos llevan tus palabras. Nos recupera aquellas intensidades inocencentes de juventud que tanta vida nos regalan, cuando estamos en medio de encrucijadas, o en escaleras que caen en madrugadas con ventanas abiertas.

NR