viernes, 25 de enero de 2013

Poesía con 400 palabras

¿Que pasa si te dan 400 palabras?


Un amigo le regalo un amigo un juego de imanes para la heladera, que contenía 400 imanes con 400 palabras (artículos, verbos, sustantivos )  especiales para armar poesía. Si la palabra de por sí nos limita, y no alcanza para expresar todas nuestras afecciones -por eso estamos creando todo el tiempo lenguaje- imagínense contar con solo 400 palabras, y que estas sean dadas arbitrariamente  ¿Podremos  encontrarnos en estas poesías? ¿Se puede combinar de tal modo los elementos que nos dan para fugar de esa estructura de las cuatrocientas palabras?  Hay va una prueba...

libre

huyendo estamos dispersos casi girando sin destino
la inevitable queja se abre con las ausentes lágrimas fugaces para tocar el absurdo
miro una intensa luz pero callo
ahora creo dulzura en la tristeza
convido esta alegría del grito herido y puedo descubrir como solo tu rabia embriaga al aire
si respiro fuego con danza del camino
mi miedo insaciable huye sobre la tierra y los ríos
y hasta preciso mirarnos sin milagro
somos oscura agonía de gestos
pájaros pétalos amores secretos tiempo      son invisibles
nadie brilla fuera del limite del olvido
te desafío corazón en la oscuridad de la noche en el vuelo eterno de mi canto que calma y mata ilusiones
al oír el sonido sensual ebrio contigo entrego tus luces al reflejo de la espuma de tanto mar lejos

elijo el descanso si cubre la música frágil cuando uno trae la lluvia

suspiro imposible siguiendo aún mi instante ciego

ya sigues festivo






miércoles, 8 de junio de 2011

Seguimos siguiendo...

La verdad es la única realidad


Del otro lado de la reja está la realidad, de
este lado de la reja también está
la realidad; la única irreal
es la reja; la libertad es real aunque no se sabe bien
si pertenece al mundo de los vivos, al
mundo de los muertos, al mundo de las
fantasías o al mundo de la vigilia, al de la explotación o
de la producción.
Los sueños, sueños son; los recuerdos, aquel
cuerpo, ese vaso de vino, el amor y
las flaquezas del amor, por supuesto, forman
parte de la realidad; un disparo en
la noche, en la frente de estos hermanos, de estos hijos, aquellos
gritos irreales de dolor real de los torturados en
el angelus eterno y siniestro en una brigada de policía
cualquiera
son parte de la memoria, no suponen necesariamente
el presente, pero pertenecen a la realidad. La única aparente
es la reja cuadriculando el cielo, el canto
perdido de un preso, ladrón o combatiente, la voz
fusilada, resucitada al tercer día en un vuelo inmenso
cubriendo la Patagonia
porque las masacres, las redenciones, pertenecen a la realidad, como
la esperanza rescatada de la pólvora, de la inocencia
estival: son la realidad, como el coraje y la convalecencia
del miedo, ese aire que se resiste a volver después del peligro
como los designios de todo un pueblo que marcha
hacia la victoria
o hacia la muerte, que tropieza, que aprende a defenderse,
a rescatar lo suyo, su
realidad.
Aunque parezca a veces una mentira, la única
mentira no es siquiera la traición, es
simplemente una reja que no pertenece a la realidad.

Cárcel de Villa Devoto, abril de 1973

martes, 19 de octubre de 2010

ELECCIONES DONDE EL SUJETO SE DESINTEGRA

Poema Canto Del Cisne de Jacobo Fijman


Demencia:
el camino más alto y más desierto.

Oficios de las máscaras absurdas; pero tan humanas.
Roncan los extravíos;
tosen las muecas
y descargan sus golpes,
afónicas lamentaciones.

Semblantes inflamados;
dilatación vidriosa de los ojos
en el camino más alto y más desierto.

Se erizan los cabellos del espanto.

La mucha luz alaba su inocencia.

El patio del hospicio es como un banco
a lo largo del
muro.

Cuerdas de los silencios más eternos.

Me hago la señal de la cruz a pesar de ser judío.

¿A quién llamar?
¿A quién llamar desde el camino
tan alto y tan desierto?

Se acerca Dios en pilchas de loquero,
y ahorca mi gañote
con sus enormes manos sarmentosas;
y mi canto se enrosca en el desierto.

¡Piedad!

El timbre de mis ojos
esparce intimidad.
Mi piedad de rodillas
se arroba en los suspiros del ocaso
(palomas de violeta)
¡Mis manos palpan el color de misa!

jueves, 22 de julio de 2010

Para quien siempre lee, un gracias...(la inactividad es cierta pero las sensaciones sobreviven a estos malestares)

Publicar algo que ya se puede leer en todos lados podria parecer futil, pero la reproduccion infinita de las manias de lector-escritor son para siempre una consecuencia practica de la exposicion continua (excusa plausible). Renuevo esperanzas en un ajeno. Siempre vale la escritura ajena para reencontrar la propia.... hago votos de esperanza.... inicia la logica de la inspiracion.

La fusion Borges-futbol es una mezcla que posibilita el infinito... asi comienza

Pierre Menard y el fútbol

Por Leonardo Moledo (página 12 - 22/07/2010)

Si hay algo extraño en la literatura argentina, es la curiosa (insoportable) omisión que Borges comete en “Pierre Menard, autor del Quijote”, omisión que no puede deberse de ningún modo a la casualidad, y cuyas intenciones (supongo) quedarán para siempre en la oscuridad. Como muy bien el aguerrido e intrépido lector que se aventure en esta contratapa recordará, antes de abordar el núcleo de su obra, Borges hace un minucioso análisis de la obra completa, y por cierto anodina, que Menard dejó para la posteridad, a veces completa y a veces inconclusa, y en la lista figura “un artículo técnico sobre las posibilidades de enriquecer el ajedrez eliminando uno de los peones de torre. Menard propone, recomienda, discute y acaba por rechazar esa innovación”. De ahí que resulte extraño que Borges haya salteado un extenso tratado del fútbol, que contiene propuestas mucho más curiosas e inteligentes, y que queda misteriosamente abierto. No es de suponer que Don Jorge Luis no tuviera acceso al texto, ya que le fue entregado, como consignó Beatriz Viterbo, junto con el resto, por la Condesa de F**. O sea que habrá que buscar explicaciones más verdaderas, o en su defecto más interesantes, en la probable suposición de que lo interesante sustituye con ventaja a la verdad.

Pierre Menard empieza su artículo con una minuciosa historia del fútbol y una (equivocada) aserción de que el juego ya había agotado todas sus posibilidades (cosas naturalmente imposibles, ya que los partidos de fútbol posibles son infinitos, y muchos más –con un infinito más grande– que los posibles partidos de ajedrez).

A partir de esa premisa falsa, Menard hace una serie de propuestas que van de lo evidente a lo fantástico: entre lo evidente está el aumentar en dos o tres el número de jugadores; también reducir el número de jugadores total a dos, uno por equipo, con lo cual el fútbol empezaría a asimilarse al tenis (lo cual quizás era su intención); variar el tamaño de los arcos, desde hacerles ocupar toda la línea de fondo, hasta convertirlos en arcos minúsculos, con lo cual el deporte se parecería al fútbol; suprimir el arquero y arco y sustituirlos por agujeros en el suelo, casi del tamaño de la pelota, con lo cual el fútbol de Menard adquiriría las características peripatéticas del golf.

Todas esta propuestas son apenas reformas y no tienen mayores consecuencias que terminar de una vez por todas con el juego (lo cual también pudo ser la intención de Menard), pero esa intención queda desmentida por la última reforma que propone y que pretende, manteniendo las reglas generales, transformarlo de tal manera que bien podría decirse que busca una transposición metafísica del fútbol.

En efecto, Menard razona que el fútbol supone la unicidad del mundo, tanto por las reglas como por el único resultado, y que la unicidad del mundo no está garantizada por ninguna de las religiones, y últimamente, ni siquiera por la física (aquí Menard se equivocaba: nuevamente nos encontramos con una premisa falsa de la cual deduce fantásticas conclusiones).

En efecto, negada de manera radical la existencia de lo Uno, Menard introduce su innovación más original, que el fútbol, sus reglas, su sistema de premios y castigos, su geometría insignificante (hecha a base de rectángulos nada más) se mantengan tal como son ahora (en la época de Menard), pero que se juegue con dos pelotas en lugar de una. Así, sostiene Menard, el fútbol adoptaría una doble cualidad, al jugarse, en el mismo lugar y con la misma gente, dos partidos distintos. Pero esa es la conclusión más simple: Menard sostiene que las pelotas serían indistinguibles, como los fotones de la desigualdad de Bell, y que entonces esa dualidad no sería tal: ambos mundos se fusionarían en uno solo donde todo se duplicaría, o por lo menos podría duplicarse.

Qué tipo de deporte aparecería así, se pregunta Menard: un juego perturbadoramente metafísico en el que, de las dos realidades, el jugador ignoraría en cuál se halla en realidad, el simple hecho de poder patear las dos pelotas al mismo tiempo, incluso hacia arcos distintos, le conferiría una densidad que, de una u otra forma, lo podría por encima de la physis, y lograría lo que tantos filósofos buscaron en vano: la duplicidad.

De más está decir que Menard se entusiasmó con la idea y empezó a multiplicar las pelotas, hasta que éstas superaran al número de jugadores, y luego hasta llenar, primero la cancha y después el Universo. Pero esta multiplicidad aberrante le quita fuerza a la propuesta original: que dos realidades se mezclen sin confundirse, que un espectador no pueda decidir dónde mirar, que el mundo fuera y no fuera al mismo tiempo.

Tal vez fue la cobardía de Borges ante esa posibilidad lo que le hizo omitir (y perder para siempre, supuso) ese trabajo de la lista de sus obras, ya que algo que empieza por el fútbol puede extenderse al resto de la realidad, y los objetos empezarían a duplicarse en todos lados, como los hronir de Tlön, con lo cual el mundo perdería cualquier clase de interés que pudiera tener.

viernes, 23 de octubre de 2009

Scalabrini Ortiz y el 17 de octubre de 1945

“Pensaba con honda tristeza en esas cosas en esa tarde del 17 de octubre de 1945. El sol caía a plomo cuando las primeras columnas de obreros comenzaron a llegar. Venían con su traje de fajina, porque acudían directamente de sus fábricas y talleres. No era esa muchedumbre un poco envarada que los domingos invade los parques de diversiones con hábito de burgués barato. Frente a mis ojos desfilaban rostros atezados, brazos membrudos, torsos fornidos, con las greñas al aire y las vestiduras escasas cubiertas de pingües, de restos de breas, grasas y aceites. Llegaban cantando y vociferando, unidos en la impetración de un solo nombre: Perón. Era la muchedumbre más heteróclita que la imaginación puede concebir.

“Los rastros de sus orígenes se traslucían en sus fisonomías. El descendiente de meridionales europeos, iba junto al rubio de trazos nórdicos y el trigueño de pelo duro en que la sangre de un indio lejano sobrevivía aún. El río cuando crece bajo el empuje del sudeste disgrega su enorme masa de agua en finos hilos fluidos que van cubriendo los bajidos y cilancos con meandros improvisados sobre la arena en una acción tan minúscula que es ridícula y desdeñable para el no avezado que ignora que es el anticipo de la inundación. Así avanzaba aquella muchedumbre en hilos de entusiasmos que arribaban por la Avenida de Mayo, por Balcarce, por la Diagonal.

“Un pujante palpitar sacudía la entraña de la ciudad. Un hálito áspero crecía en densas vaharadas, mientras las multitudes continuaban llegando. Venían de las usinas de Puerto Nuevo, de los talleres de la Chacarita y Villa Crespo, de las manufacturas de San Martín y Vicente López, de las fundiciones y acerías del Riachuelo, de las hilanderías de Barracas. Brotaban de los pantanos de Gerli y Avellaneda o descendían de las Lomas de Zamora. Hermanados en el mismo grito y en la misma fe iban el peón de campo de Cañuelas y el tornero de precisión, el fundidor mecánico de automóviles, la hilandera y el peón. Era el subsuelo de la patria sublevado. Era el cimiento básico de la Nación que asomaba, como asoman las épocas pretéritas de la tierra en la conmoción del terremoto. Era el substrato de nueva idiosincrasia y de nuestras posibilidades colectivas allí presente en su primordialidad sin reatos y sin disimulos. Era el de nadie y el sin nada en una multiplicidad casi infinita de gamas y matices humanos, aglutinados por el mismo estremecimiento y el mismo impulso, sostenidos por una misma verdad que una sola palabra traducía: Perón.”


Scalabrini Ortiz


17 de Octubre de 1945

al 17 de octubrea

Al 17 de octubre

Era el pueblo de Mayo quien sufría,no ya el rigor de un odio forastero,sino la vergonzosa tiraníadel olvido, la incuria y el dinero.

El mismo pueblo que ganara un díasu libertad al filo del acerotanteaba el porvenir, y en su agoníale hablaban sólo el Río y el Pampero.

De pronto alzó la frente y se hizo rayo(¡era en Octubre y parecía Mayo!),y conquistó sus nuevas primaveras.

El mismo pueblo fue y otra victoria.Y, como ayer, enamoró a la Gloria,¡y Juan y Eva Perón fueron banderas!

Leopoldo Marechal

viernes, 11 de septiembre de 2009

NO RENUNCIAR A LA EXISTENCIA

"El hombre nace muerto", Sartre dixit. El pasado es una entidad arquetipica que solamente tiene vida en cuanto es pensada; obviemos a Freud. El pasado es un constructo que pertenece a lo puro, quiero decir con esto que pertenece a lo irreal (que no tiene devolucion). El presente es un instante, efimero, que se relata en un pasado ya muerto. El futuro es ese devenir silencioso, sigiloso, que deja de pertenecer al ser una vez que es (paradoja: algo deja de ser al ser). Sin pasado, muerto; el presente efimero, siendo tan efimero que no es, ya que es pasado al ser; y el futuro inconmensurable, que se vuelve pasado al volverse ser, todo se muere, ergo "El hombre nace muerto".

Esta perorata sin sentido, tiene el solo de objeto de servir como introduccion. Solo la idea de un futuro a largo plazo, es una opcion de vida tolerable. Opciones de vida que pasan por tantos lados, muchas veces inconcientes y muchas no. Asumir la responsabilidad de ser, es animarse a tomar posicion en algunos aspectos sobre determinadas cuestiones (no me animo a mencionar conciencia ciudadana), y en el momento actual se vuelve necesario nuestra desicion.

LEY DE MEDIOS AUDIOVISUALES (algunas ideas).
En el ejercicio del gobierno, el poder ejecutivo en uso de sus facultades, manda al congreso nacional la nueva ley de medios audiovisuales. Clarin con el monopolio ilegitimo de la palabra atenta contra dicho proyecto, que tiene, por lo menos en el espiritu, democratizar la palabra abriendo los microfonos para "los sin voz". Es necesario, por parte de los que creemos viable dicha posibilidad, defender, algunos con mas reparo, otros con menos, la nueva ley. Cada uno debe enarbolar la bandera, en los medios de trabajo, medios educativos, donde se presente la oportunidad, en defensa de los "silenciados" a fin de conseguir lo que en 26 años de democracia no se consiguio. Es sin dudas una oportunidad.

El verdadero motivo de esta ley, es ir previniendo que en la presente lucha, nuestra fuerza por minuscula que sea, ha de ser necesaria. Atentos....

Abro el debate:

jueves, 3 de septiembre de 2009

Y al tercer dia resucito

El animo de resurreccion es una condicion humana. La cuestion sobrehumana se refiere a una cuestion por encima de la humanidad, nada puede pertenecer a un orden superior si se mantiene su deseo de pertenecer, lo nombrable es humano porque, la palabra para ser necesita como condicion sinequanon la humanidad. Solo podemos pensar lo que es finito, lo infinito escapa a nuestras mentes finitas, ergo si se piensa es humano inevitablemente.
Nuestra ilusion mental permite este tipo de retoricas, carecen de sentido pero son loables a los personajes que nos rodearon. No compararse con nuestro verbo, es una fatalidad. Compararse es una necesidad. Entonces como todo... este espacio "me caigo y me levanto"...


Me caigo y me levanto (Julio Cortazar)

Nadie puede dudar de que las cosas recaen,
un señor se enferma y de golpe un miércoles recae
un lápiz en la mesa recae seguido
las mujeres, cómo recaen
teóricamente a nada o a nadie se le ocurriría recaer
pero lo mismo está sujeto
sobre todo porque recae sin conciencia
recae como si nunca antes
un jazmín para dar un ejemplo perfumado
a esa blancura
¿de dónde le viene su penosa amistad con el amarillo?
el mero permanecer ya es recaída
es jazmín entonces
y no hablemos de las palabras
esas recayentes deplorables
y de los buñuelos fríos que son la recaída clavada
contra lo que pasa, se impone pacientemente la rehabilitación
en lo más recaído hay algo que siempre pugna por rehabilitarse
en el hongo pisoteado, en el reloj sin cuerda
en los poemas de Pérez, en Pérez
todo recayente tiene ya en sí un rehabilitante
pero el problema, para nosotros lo que pensamos nuestra vida
es confuso y casi infinito
un caracol segrega y una nube aspira
seguramente recaerán
pero una compensación ajena a ellos los rehabilita
los hace treparse poco a poco a lo mejor de si mismos
antes de la recaída inevitable
pero nosotros tía ¿cómo haremos?
¿cómo nos daremos cuenta de que hemos recaído
si por la mañana estamos tan bien
tan café con leche
y no podemos medir hasta donde hemos recaído en el sueño
o en la ducha
y si sospechamos lo recadente de nuestro estado
¿cómo nos rehabilitaremos?
hay quienes recaen al llegar a la cima de una montaña
al terminar su obra maestra
al afeitarse sin un solo tajito
no toda recaída va de arriba abajo
porque arriba y abajo no quieren decir gran cosa
cuando ya no se sabe donde se está
probablemente Icaro creía tocar el cielo
cuando se hundió en el mar …. y
dios te libre de una zambullida tan mal preparada
tía ¿cómo nos rehabilitaremos?
hay quien ha sostenido que la rehabilitación
sólo es posible alterándose
pero olvidó que toda recaída es una desalteración
una vuelta al barro de la culpa
perfecto!
somos lo más que somos porque nos alteramos
salimos del barro en busca de la felicidad
y la conciencia y los pies limpios
un recayente es entonces un desalterante
de donde se sigue que
nadie se rehabilita sin alterarse
pretender la rehabilitación alterandose es una triste redundancia
nuestra condición es la recaída y la desalteración
y a mi me parece que un recayente debería rehabilitarse de otra manera
que por lo demás ignoro
No solamente ignoro eso
sino que jamás he sabido en qué momento
mi tía o yo recaemos
¿cómo rehabilitarnos entonces si a lo mejor no hemos recaído todavía?
y la rehabilitación nos encuentra ya rehabilitados
Tía, no será esa la respuesta ahora que lo pienso...
Hagamos una cosa:
Usted se rehabilita y yo la observo
varios días seguidos
digamos, una rehabilitación continua
usted está todo el tiempo rehabilitándose y yo la observo
o al revés si prefiere
pero a mí me gustaría que empezara usted
porque soy modesto y buen observador
de esa manera si yo recaigo en los intervalos de mi rehabilitación
mientras usted no le da tiempo a la recaída
y se rehabilita como en un cine continuado
al cabo poco nuestra diferencia será enorme
Usted estará tan por encima que dará gusto
entonces yo sabré que el sistema ha funcionado
y empezaré a rehabilitarme furiosamente
pondré el despertador a las tres de la mañana
suspenderé mi vida conyugal
y las demás recaídas que conozco
para que, sólo queden las que no conozco
y a lo mejor poco a poco un día estaremos otra vez juntos tía
y será tan hermoso decir...
ahora nos vamos al centro y nos compramos un helado
el mío todo de frutilla
y el de usted con chocolate y un bizcochito
.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

La estructura que recorta el cuerpo

“Puede ser que haya otro mundo dentro de este, pero no lo encontraremos recortando su silueta en el tumulto fabuloso de los días y las vidas, no lo encontraremos ni en la atrofia ni en la hipertrofia. Ese mundo no existe, hay que crearlo como el fénix. Ese mundo existe en este, pero como el agua existe en el oxigeno y el hidrógeno, o como en las páginas 78, 457, 3, 271, 688, 75 y 456 del diccionario de la Academia Española está lo necesario pare escribir un cierto endecasílabo de Garcilaso. Digamos que el mundo es una figura, hay que leerla. Por leerla entendamos generarla”.
Julio Cortázar.

¿Cuál es la muerte? ¿La física o el límite al que llega el Otro? Ese límite que se siente en la piel, quizás a partir de una frase, de un gesto, de una idea ilimitada, que no se deja leer, al tiempo que se deja rechazar desde la primera hasta la última letra. Pero entonces ¿hay letra en la muerte del Otro? ¿Qué tanto se puede leer, aproximarse a sus hilos, correrle el manto que la envuelve y estupidiza? ¿Es la fuerza, motor, energía de los hijos por venir los que en su dimensión más clara dibujan el límite hasta donde el Otro llega, porque ya no reconoce o porque ya reconoció lo suficiente? Algo así como que murmuran con sus vocecitas diciendo: “tranquila mamá, ya se de tu pregunta, ya la entiendo, ya lo estoy viendo”.
Asco, pero no cerrar los ojos para no ver. No espanto. No sobresalto. No “¿¡pero cómo?!”Asco como límite, como reacción primera a la frase que pretende envolver para quedarme mirando. Ya no. Ya no. Demasiado cuerpo y finales postergados. Cuando el final es un límite. Un punto. Una escritura que se deja leer y convoca a escribir y hacer historia de uno. Y es que Uno no es el Otro. Y el límite está ahí para ponernos a salvo de tanto cuento de la infancia que nos inscribieron en las orejas. Pero hay otra historia. Porque hay un más allá del lenguaje. Porque se puede recuperar el paso perdido, el no dado, el instante de duda, de pensar para adentro que el Otro no tiene toda la razón. Porque la razón no es toda y eso es un hecho. Porque tenemos los sueños y porque lo reprimido tiene estrictamente que ver con uno. Y nadie puede venir a uno a robarle el símbolo. Porque el símbolo no se borra ni se destierra ni se saca de un portarretrato ni de una cajita para ponerlo en otra.
Manzana (a pocos días de un final y entonces cuatro materias).

lunes, 1 de diciembre de 2008

Estaciones Perdidas



Aquella noche la estación Constitución se encontraba más vacía que de costumbre. No había ningún chancho por lo cual evite pagar boleto, y fui directamente al primer vagón y me senté en el asiento que se encontraba al lado de la puerta. Repose mi cabeza contra aquella rígida butaca y me propuse prestar atención aquel paisaje. No solo parecía haber poquísima gente, sino que luego de una inspección más precisa, no había nadie. De repente habían desaparecido toda alma a mí alrededor. La verdad es que no recordaba si realmente había visto a alguien aquella noche, o había sido solo el reflejo de una imagen habitual, la repetición de una situación rutinaria. El tema es que estaba solo en el vagón, y creo que en todo el tren, o más bien en toda la estación. Me levante del asiento, me asome al andén y mire al fondo del tren a ver si veía a alguien; ya que era inaudita mi soledad. Pero tras la niebla no había nadie. Mire también hacía los andenes donde sale el ferrocarril a La Plata, pero ni siquiera se encontraba el tren. En ese momento escuche el habitual chiflido del chancho que avisa la salida del tren. Se cerraron las puertas y quede dentro, entonces a lo único que atine fue a sentarme, ya que debía llegar temprano a mi casa, porque tenia que madrugar como todos los días.

Primer envión del tren. Dejaba la estación a su paso, una estación vacía y el recuerdo de algunas otras idas y venidas. El ruido de las maquinas empezaba a aumentar a su paso e iba imponiendo una nueva sinfonía a mis oídos. Pensaba en la soledad de mi viaje, pero mucho no me preocupaba. Quizás hasta estaba contento de ser el único afortunado de aquel viaje. Tampoco sabía si en los vagones de adelante había alguien porque no había llegado a visualizarlos, además el tren no se podía movilizar solo, alguien lo debería estar conduciendo, y en todo caso el chiflido lo había escuchado. Así que realmente no debería estar solo. Por lo cuál deje de pensar en aquello, y comencé a ver por la ventana como íbamos dejando los últimos trazos de la estación y ya adquirimos mayor velocidad.

Que extraño era lo desértico de este vagón, mis amigos no me lo iban a creer. Me paré y comencé a caminar por el pasillo pasando de un vagón a otro hasta llegar a la mitad del tren donde había una puerta que me impedía seguir. No encontré a nadie. Me apoye contra la puerta a esperar la llegada a Hipólito Yrigoyen para pasarme a la parte de adelante del tren y continuar mi búsqueda. Cuando llegue a Hipólito Yrigoyen estaba despoblada como de costumbre, y corrí para pasarme al otro vagón, me apoye en la puerta y agudice los sentidos para ver si entraba o salía alguien pero no fue el caso. Cuando resurgió el andar el tren reanude mi caminata buscando algún desdichado por ahí, pero llegue al final del tren y no había nadie. Seguía solo. Descanse contra la puerta que va a la cabina del conductor para intentar escuchar algo, pero el crujido de las maquinas me lo impedía. Sonaba como al sonido de una radio pero no lo distinguía bien. Cuando llego a la Estación de Avellaneda ya me empecé a asustar. No entro nadie y no había nadie. En ese momento empecé a pensar en la posibilidad de salir del tren, y asomarme por la ventana del conductor. Pero no me anime. El impacto de la desolación de aquel momento me petrifico contra un asiento. Un nuevo arranque y yo inmóvil, pero decidí seguir mirando como desaparecían los últimos edificios de Avellaneda y con ellos las últimas luces.

Ya me introducía a los campos de Gerli, lo insólito de mi situación se mezclaba con la oscuridad de esos terrenos abiertos a la desaparición, y yo intentando rastrear posibles formas de entender, y de vez en vez volvía mi mirada hacia el vagón con la falsa esperanza de ver a alguien. Viejas maquinas y un agujero negro del campo que formaban el paisaje del lado izquierdo del tren, y una calle barrial del otro., por eso me repuse y me senté del lado derecho del tren. No todos los días se podía elegir el asiento. Pero en aquella calle tampoco pasaba ningún transeúnte, las casas tenían las persianas bajas, las luces amarillentas de los faroles le daban un aspecto incierto al barrio. Miraba esperando encontrar algo, algo que se mueva, pero no había perros ni gatos, nadie se asomaba a esas hora de la noche, ni un auto ni bicicletas, nada. Empecé a ver como se movían las hojas de los árboles, como iban de un lado al otro, como el viento los envolvía y tiritaba haciendo de las sombras el único espectáculo decente de esta noche. Mientras tanto la luna desaparecía tras los nubarrones que llegaban con aroma a lluvia, y yo volvía a bajar los ojos y veía como mis manos cada vez eran más amarillas, más grises y cada vez más irreales.

La callecita desaparecía y el aroma a lluvia ingresaba en el ambiente. Otra vez los campos y el lado oscuro que ingresaba en mi pecho, unas gotas en la ventana anunciaban la lluvia. Una gota mojo mi mejilla, estaba llorando y ella a mi lado. Yo le decía que la estaba esperando, y ella me respondía que ya lo sabía, que por eso estaba a su lado. Me pregunto porque no le había dicho antes, y le conteste que estaba viajando mucho, buscando formas de decírselo y de demostrárselo, y que solo faltaba un encuentro, un momento en que los dos juntos en soledad podremos mirarnos a los ojos. Ella me beso, y un aire fresco ingreso dentro mío, sentía como si el interior de mi pecho se ampliara y quebrara una estorbo que llevaba dentro. Cuando quite mi boca de su boca, la mire a los ojos, y permanecimos en silencios unos segundos. No sabía que decirle pero no me importaba, parecía irreal. No se como luego la invite a volverse conmigo del trabajo y ella acepto. Estaba hermosa, sentía como si la arrastraba el último rayo del sol, los dos de la mano, ella brillaba y yo solo era su sombra. Llegamos a Constitución y había mucha gente como de costumbre, pero yo solo veía a ella.

En eso sentí el ruido de las puertas que se abrían, la lluvia ya ingresaba al tren y mojaba mi nuca, era una fuerte tormenta. Estábamos en Gerli y no entraba ningún vendedor, así que ya la ausencia de pasajeros no me asombraba. Ni siquiera entraban los vendedores habituales que yo saludaba todos los días, los que me comentaban las noticias del día, los que debes en cuando me entregaban algún pancito con chicharrón para llevar para el desayuno. Pero de repente me dije: ¿donde estaría toda la gente? Es la primera vez que me lo preguntaba. Y que raro que aquella inquietud me allá surgido en Gerli que acostumbra a estar despoblada. Pero lo que realmente me hacía ruido es que nunca me importo la demás gente, nunca me importo su ausencia sino la mía; a lo que le temía era simplemente a mi soledad, a la situación de que nadie este a mi lado, la rareza de mi escenario. A las personas las concebía solo como un pedazo más de escenario, y quizás ellos a mi. ¿Dónde estará todo el mundo?, ¿abra pasado algo? ¿Dónde estaré yo?

La tormenta sonaba muy fuerte contra el trecho del tren y en las calles de Lanus ya se observaba un gran espectáculo entre los árboles y las destellas de los relámpagos. Detrás de la lluvia intentaba encontrar a alguien pero era en vano. Era una multitud de agua la que caía del cielo, el vidrio apenas me permitía observar. La lluvia me tranquilizo un poco, y ahí comprendí que este viaje desolador me alteraba, pero al apoyar mi cabeza contra el vidrio pude descomprimirme un poco. Un llanto fuerte sentía en mi oído. Era como si la lluvia me estaba mostrando un nuevo nacimiento. El llanto se hacia cada vez más fuerte hasta que se convirtió en un grito. Y todo término en una melodía, que no sabía bien de donde salía, creo que era un blues pero tranquilamente podía ser un soul. Tenía los ojos cerrados y cantaba. Con mi mano derecha golpeaba las dilatadas cuerdas del bajo, ese que me había prestado mi primo hace tanto tiempo, con el cuál experimentaba mis instantes más armoniosos, cuando lo hacía vibrar durante largas noches hasta dormir. Que feliz que era manoseando ese instrumento tan triste, produciendo sonidos bluseros tan melancólicos. Que increíble estar viviendo de aquellas resonancias, recorriendo fronteras y paisajes haciendo lo que más quería, mi música. Cuantos recitales, cuantos ensayos y cuanto rock and roll. Pero para que pase todo esto tendría que evitar todos mis años en la compañía de seguros. Uno no puede estar en dos lugares al mismo tiempo, o eso creo, aunque el grave sonido de mi bajo resonaba como el choque de la lluvia contra el techo del tren. Quizás en el fondo toda mi vida trascurre a través de una tonalidad Mi de bajo, en cuanto deja de vibrar duermo, y según la intensidad de su tono vivo. Quizás mi vida es un eterno solo de bajo, que me lleva de un lado a otro, que me introduce en los espacios y pensamientos más insólitos, y que me deposita de vez en vez en el interior de mi creación, como en este momento, solo en la inmensidad, en medio de cuatro muros amarillos, mirando de cerca mi bajo y dejándolo sonar. El universo se reducía a ese momento en que negaba todo real, afirmando esos instantes de música eterna, yo, mi bajo y la nada.

El tren freno de golpe. Estaba entre la Estación de Lanus y la de Remedios de Escalada, me di cuenta porque visualizaba la pista municipal de atletismo. Lo que no había notado fue cuando pasamos por Lanus. Realmente no se ni siquiera si paro. Pero lo que se mantenía de todas formas igual, era mi soledad, o por lo menos en mi vagón. Ya me estaba haciendo la cabeza de que no iba a ver nadie aquella noche.
No sabía porque había parado, pero seguramente por la fuerte lluvia. Golpee en la puerta del conductor haber si me atendía alguien para saber que estaba pasando. Alguien tendría que haber frenado el tren, pero nadie me respondía. Ahora se escuchaba más claramente un tango que por el tono rasposo de su sonido parecía que venia de una radio. Pero más allá de mis golpes y llamados nadie respondía. Quizás había bajado para solucionar el inconveniente. El tema es que yo no me había enterado todavía si había alguien conduciendo, y hasta mis conocimientos sobre el asunto un tren no podía conducirse solo. Así que decidí volver a no preocuparme por el asunto del conductor.

Estuve un rato apoyado contra la puerta hasta que se abrió de golpe y mi cabeza impacto contra el suelo. Veía todo mareado, no distinguía bien en donde estaba. Cuando pude recuperar mi visión reconocí el techo de aquel lugar por lo húmedo de aquel y por esa pequeña luz amarillenta que le daba el tono sobrio. Era la fonda de bigote, yo estaba tirado en el suelo, el aroma a anís invadía mi cuerpo, y el sonido a un tango ahora lo escuchaba más claro. Creo que era Edmundo Rivero entonando Trenzas, un tango que me encantaba. Si no me equivocaba estaba acompañado con un quinteto, y aquel contrabajo sonaba estupendo, lastima que a mi cabeza resonaba a fuertes golpes que me iban destruyendo mi cráneo por dentro. Entonces considere que había bebido mucho, porque aquella resaca me hundía en el suelo del bar, estaba aniquilado. Me parece que me había quedado dormido, tantas veces me había pasado que no me extrañaba mi situación. Decidí ponerme en pie pero recordé que era en vano siempre volvía a tropezarme, mis dos pies chocaban entre sí, empezaba a balancearme y volvía a fundirme con el suelo. Podía abrazarme una silla e intentar sentarme pero realmente el suelo estaba fresco y saciaba mi calor. Luego comencé a mirar al mostrador para ver si aparecía bigote con algún analgésico, el era muy elocuente con mis estados de ebriedad y se hacía cargo de mí cada mañana. Después de un rato me di cuenta que no iba a aparecer, porque últimamente no veía a nadie. Entonces empecé a pensar porque motivo yo volvía al bar cada noche, no sabía si era por el momento en que empezaba a tomar o si por este otro en el que estaba tan desecho. ¿Porque volvía a empezar cada noche? La verdad es que no sabía, ni siquiera si el instante de renovación se daba a la noche o a la mañana. Quizás aquel momento se daba cuando viajaba en el tren con la única esperanza y motivo de volver a ingresar dentro de aquel espacio de solemnidad y penumbras, haciendo apuestas intestinales sin temor, recordando que no toda cosecha del tiempo empieza en las mañanas, sino que muchas veces termina en ellas. Pero más que nada me dije que bueno sería ir tomando una cervecita en el tren cuando me vuelvo del laburo a casa, pero entendí que quizás el sueldo no me lo permitiría.

Sentí el ruido del tren y en mi cabeza mis sesos se movieron, realmente no esperaba que arranque tan rápido. No se cuanto estuvo parado, la lluvia seguía pero por suerte ya volvía a casa.
Un remolino de imágenes construye a un hombre, a un sueño, a una percepción, pero yo ya no sabía en que lugar me encontraba. Era una imagen más de algo, era el reflejo de algún alucinante falsificador, o era el último creador de mi existencia. Ya no sabía si entraba y salía constantemente de mí para reencontrarme con algún otro yo que se empecinaba a perseguirme. Por eso creo que el universo es ínfimo comparado a las incontables sensaciones de un viajante, aunque se crea rutinario e insulso, y aunque te agobie y marchite, todo final depara u comienzo distinto en el que una imagen deparará a otra de manera mutuante y caótica, como el tiempo mismo que nos confunde y nos destruye cada día en miles de pedacitos.

En eso llegue a Escalada, y la acostumbrada soledad de aquellos antiguos talleres que te trasladan a una época muy lejana de un país industrialista y obrero, se funde a mi viaje tratando de no desentonar con la escena. Nadie subió, eso esta muy claro. Me acerque a la puerta y me puse a ver los talleres. Siempre suelo mirar a aquellas grandes construcciones haber si de alguna de las tantas ventanas había alguna que insinuara existencia. Y por primera vez en tantos años viajando en este maldito tren visualice una figura humana de la única ventana iluminada. Parecía estar de espalda, seguramente hablando con alguien. Por un segundo me tranquilice, mi corazón atolondrado gozaba de esta alegría triste. El hecho absurdo de la existencia permitía mi tolerancia conmigo mismo. El problema se reorganizo cuando la puerta se cerró y traté de volver a visualizar la ventana. La había perdido de mi vista. El vidrio empañado por la lluvia me volvió a traicionar.

Ya me quedaba poco, saque la campera de mi bolso y me la coloqué. Que largo son los días cuando uno esta cansado, y que lindos cuando uno llega a su barrio. Ya sentía el bello aroma a húmedo que generan aquellos árboles de Banfield. Tenía que hacerme algo de comer rápido porque tenía que madrugar. Creo que tenía algo de arroz que había dejado ayer, voy a ver si invento algo. Seguramente lo podré acompañar con algo de TV, espero poder enganchar alguna buena película, así caigo dormido rápido. Que gran compañero la TV, ese espectáculo que te envuelve bajo desobedientes ficciones que esclarecen tu aliento, que retienen tu bronca y te acomodan contra el sillón sintiendo la aliviante calma de un incapacitado.

Freno el tren, era mi llegada. Se abrieron las puertas, salí automáticamente y me dirige hasta el cruce de Larroque. Creo que había acabado el vieja por aquellas estaciones perdidas bajo la tormenta de aquella noche lejana. Me decidí a dejar de pensar en lo que me había pasado y disfrutar del sosiego que uno siente cuando esta en un lugar reconocido. Como disfrutaba mirando aquél cartel que anunciaba mi territorio. Detuve mi paso para observar el cartel, el tren vació pasaba en aquel momento. Todo quedo estático como en una foto turística, como la última imagen del sueño que te persigue todo el día.


NR